Narváez, un maestro de campeones, le dio un toque bárbaro al español Pozo, en Vigo. Así, quedó a sólo una defensa del récord de Monzón.
Definamos atributos para ser considerado un grande de todos los tiempos. Resultados, condiciones técnicas, marcas importantes, permanencia en los primeros planos, legado, prestigio. Sí, todo lo que tiene, en ocasiones que le sobra, a Omar Andrés Narváez. Con los contemporáneos se hace más difícil encuadrar la real dimensión de sus logros. Pero no nos frenemos: démosle a Omar, aquí y ahora, la estatura que se merece. Ayer, en el Pabellón Central de Vigo, en la España gallega, el chubutense dio una nueva clase de boxeo. La sufrió el local Iván Pozo, quien, abrumado y tras recibir muchísimos golpes, no salió al octavo round. Fue la 13ª vez que Narváez (27-0-2, 17 ko) defiende su título mosca OMB. Quedó a sólo un combate del récord de Carlos Monzón, el criollo que más retenciones sumó (las completó en peso mediano, entre 1971 y 1977).
Se ha discutido el nivel de oposición de Narváez (50,500 kilos). OK, algunos rivales fueron de ocasión, como tuvieron todos los grandes, desde Joe Louis a Floyd Mayweather. Pero Narváez está más allá de eso. Es magistral por derecho propio, contra quien le pongan adelante, porque boxea, pelea, ataca, contraataca, esquiva, vistea, cancherea, jabbea, tira rectos, tira ganchos, camina con elegancia, sabe de táctica, sabe de estrategia... Y gana. Pozo (28-5-1, 18 KO), que se entremezcla con los buenos de Europa, pareció un principiante ante el segundo rey más antiguo del planeta. Ah, sí: en julio, Omar cumplirá seis años en el trono. Apenas el estelar galés Joe Calzaghe, titular supermediano desde 1997, lo supera en ese ítem. Marcas que explican el prestigio del Enano, uno de los monarcas más esquivados del mundo. Porque no sólo es difícil ganarle: hasta pegarle un golpe claro se hace complicado. Pozo fue al frente, ingenuo, y al sureño ni le costó tomarle el tiempo. Lo hizo más rápido que en otros combates, ya desde el arranque, con jabs de derecha y zurdas precisas. Le sigue faltando picante, seguro, porque esa izquierda maltrecha no profundiza como en los viejos tiempos. El lo suple con su calidad y enorme variedad de recursos. Fue un trabajo progresivo, round a round. En el quinto lo bailó, con toques, amagos y visteos. Pozo, muy erguido, un arbolito donde chocaba cada envío de Omar, se terminó desgastando. Y antes del 8° dijo basta. La lección ya había concluido.
Definamos atributos para ser considerado un grande de todos los tiempos. Resultados, condiciones técnicas, marcas importantes, permanencia en los primeros planos, legado, prestigio. Sí, todo lo que tiene, en ocasiones que le sobra, a Omar Andrés Narváez. Con los contemporáneos se hace más difícil encuadrar la real dimensión de sus logros. Pero no nos frenemos: démosle a Omar, aquí y ahora, la estatura que se merece. Ayer, en el Pabellón Central de Vigo, en la España gallega, el chubutense dio una nueva clase de boxeo. La sufrió el local Iván Pozo, quien, abrumado y tras recibir muchísimos golpes, no salió al octavo round. Fue la 13ª vez que Narváez (27-0-2, 17 ko) defiende su título mosca OMB. Quedó a sólo un combate del récord de Carlos Monzón, el criollo que más retenciones sumó (las completó en peso mediano, entre 1971 y 1977).
Se ha discutido el nivel de oposición de Narváez (50,500 kilos). OK, algunos rivales fueron de ocasión, como tuvieron todos los grandes, desde Joe Louis a Floyd Mayweather. Pero Narváez está más allá de eso. Es magistral por derecho propio, contra quien le pongan adelante, porque boxea, pelea, ataca, contraataca, esquiva, vistea, cancherea, jabbea, tira rectos, tira ganchos, camina con elegancia, sabe de táctica, sabe de estrategia... Y gana. Pozo (28-5-1, 18 KO), que se entremezcla con los buenos de Europa, pareció un principiante ante el segundo rey más antiguo del planeta. Ah, sí: en julio, Omar cumplirá seis años en el trono. Apenas el estelar galés Joe Calzaghe, titular supermediano desde 1997, lo supera en ese ítem. Marcas que explican el prestigio del Enano, uno de los monarcas más esquivados del mundo. Porque no sólo es difícil ganarle: hasta pegarle un golpe claro se hace complicado. Pozo fue al frente, ingenuo, y al sureño ni le costó tomarle el tiempo. Lo hizo más rápido que en otros combates, ya desde el arranque, con jabs de derecha y zurdas precisas. Le sigue faltando picante, seguro, porque esa izquierda maltrecha no profundiza como en los viejos tiempos. El lo suple con su calidad y enorme variedad de recursos. Fue un trabajo progresivo, round a round. En el quinto lo bailó, con toques, amagos y visteos. Pozo, muy erguido, un arbolito donde chocaba cada envío de Omar, se terminó desgastando. Y antes del 8° dijo basta. La lección ya había concluido.
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